sábado, 25 de octubre de 2008

¿Puedo hacerlo?


Recuerdo cuando era un niño que en clase de Educación Física o Gimnasia, como entonces la llamábamos, había una prueba que me horrorizaba. Todos, en fila, debíamos ir corriendo hacia una canasta de baloncesto y saltar para tocar el aro o el tablero. Para quien me conozca sabrá que soy bajito, y así he sido siempre, por eso cuando tocaba esa prueba iba siempre sin ningún interés ni ganas. Sabía que ese día tendría una mala nota. Existía otra prueba que llamábamos el salto vertical. Allí debíamos dar un salto sin coger carrera y se nos medía lo que habíamos saltado. Ése ejercicio sí que me gustaba mucho porque aunque no llegaba tan alto como el resto de mis compañeros-as, sí que saltaba bastante , tenía que elevar menos peso también.

Esta reflexión me ha llevado a recordar una de las teorías de motivación a las que más importancia le he visto al llevarlas a la práctica: la teoría de la atribución de Weiner, desarrollada en 1985 y ampliada en 1987 para introducir el componente emocional. Básicamente se indica en el ERIC (Centro De Información Educativo De los Recursos), tal y como se puede leer:


"Weiner (1985), senalo que las creencias de los estudiantes sobre las razones de sus exitos determinara si esta suposicion es cierta. Las atribuciones que los estudiantes le dan al fracaso, son tambien influencias importantes en la motivacion. (...) Los estudiantes que creen que su bajo desempeñoo es debido a factores que estan fuera de su control, no pueden ver ninguna razon para desear mejorar. En contraste, si los estudiantes atribuyen su desempeño bajo a la falta de una habilidad importante o a habitos de estudio pobres, son mas propensos a persistir en el futuro. Las implicaciones para los profesores giran alrededor de la importancia de comprender lo que los estudiantes creen acerca de las razones de su desempeño academico."

Vamos que yo sabía claramente que saltara lo que saltara nunca iba a lograr tocar el tablero así que, para qué esforzarme tanto. La segunda prueba, no obstante, valoraba mi esfuerzo y por eso mismo me gustaba.

¿No quieren aprobar o no pueden aprobar? Si alguien acumula muchos fracasos deja de intentar aprobar para evitar la desilusión del suspenso.


En mi experiencia como profesor siempre he procurado encontrar la causa de por qué el alumnado se comporta de determinada manera o por qué saca tales calificaciones o hace o deja de hacer determinadas tareas. Frecuentemente he encontrado expresiones como: "soy así", "no puedo evitarlo", "es que me descontrolo/pongo nervioso y no sé bien lo que digo/hago",... y muchas veces incluso entre compañeros-as he oído expresiones similares: "qué le vamos a hacer si es de esa manera", "el/la pobre es que no puede dar más de sí",... Claramente, si nosotros no valoramos y consideramos que los factores que influyen en su mal comportamiento o en su bajo rendimiento no los pueden controlar... ¿cómo les podemos pedir que los cambien?

Obviamente existen factores que no podemos controlar del todo pero, a muchos estudiantes yo siempre les pongo el mismo ejemplo: "No puedo controlar si mañana va a llover o no, tengo que vivir con esa incertidumbre, pero sí depende de mí el que me moje o no, simplemente llevando un paraguas". De esa manera se plantea otro debate, más centrado en solucionar los problemas que existen: "cuando note que me esté poniendo nervioso tengo que poder marcharme de clase/ alejarme de él/ella /...", en acuerdo con el equipo educativo, ese alumno-a logró estar todo el año sin faltar y sin tener partes de disciplina, además se redujo el número de veces que pedía salir ligeramente al final y otros estudiantes con historiales de peleas entre ellos lograron reducirlos significativamente; "si creo que la voy a liar, antes escribiré una carta al tutor explicándole cómo me siento en ese momento", pasado un tiempo y varias cartitas me decía "es curioso pero tras escribir la carta me quedo más tranquilo y al final no la armo"; "sé que tengo que recoger a mi hermano-a a última hora y por eso estoy nervioso-a y acabo expulsado-a siempre... Si pudiera salir cinco minutos antes de que toque no tendría ninguna expulsión más.", el equipo educativo y el equipo directivo y sus propios compañeros de clase estuvieron de acuerdo en que era preferible que perdiera los cinco últimos minutos que la última hora cada día, la alumna no fue expulsada más veces, ni siquiera en otras clases. El cambio actitudinal que a veces han conseguido es muchas veces sorprendente.

Pero también se logra mejorar el interés hacia las tareas de clase cuando ellos se ven competentes para realizarlas, su esfuerzo es valorado y son conscientes de que el éxito depende, en gran medida, de lo que ellos hagan. Mi profesor de Gimnasia utilizaba pruebas que valoraban el resultado obtenido (llegar a la canasta, algo imposible para mí incluso ahora) junto a otras que recompensaban el esfuerzo (haber conseguido saltar muchos centímetros, independiente de los centímetros de que partía). Yo mismo utilizo esa mezcla de pruebas para valorar el logro académico de mis estudiantes. Algún compañero me argumentó que así, bastaba que alguien con mucho interés y esfuerzo lograría titular sin al final haber aprendido, pero yo siempre respondo que, basta con mezclar las dos tipos de valoraciones de forma conveniente para evitar incoherencias. Hablando con mis estudiantes siempre les he expresado que, si no se les da bien el cálculo de la ley de Ohm, o los exámenes o lo que sea; deben compensar esa calificación con el cuaderno, las actividades voluntarias, el trabajo del taller,... De forma similar, una compañera me dijo que todos sus estudiantes sabían que sacando un mínimo de un tres en sus exámenes entonces les valoraban las actividades del cuaderno y hacía media, pero éste era voluntario. Con ello conseguía que muchos de sus alumnos-as se preocuparan por entregarles unos cuadernos preciosos que ella iba guardando y no tenía que corregir examenes completamente sin responder.

En definitiva de este tema habría mucho que hablar pero, ciertamente nadie puede negar que la motivación de nuestros estudiantes es algo esencial para poder desarrollar nuestro trabajo. Por ello a la pregunta ¿cómo puedo motivar a mis estudiantes? debemos encontrar todas las respuestas que podamos. Sirva esta entrada como una reflexión para encontrar esas respuestas tan necesarias.

martes, 14 de octubre de 2008

Finalidad de la Educación

Cada vez que leo la siguiente carta me vuelvo a estremecer:


Querido Profesor:

Soy un sobreviviente de un campo de concentración.
Mis ojos vieron lo que ningún ser humano debería testimoniar:
Cámaras de gas construidas por ingenieros ilustres,
Niños envenenados por médicos altamente especializados.
Recién nacidos asesinados por enfermeras diplomadas,
Mujeres y bebés quemados por gente formada en escuelas, liceos y universidades.
Por eso querido profesor, dudo de la educación, y le formulo un pedido:
Ayude a sus estudiantes a volverse humanos.
Su esfuerzo, profesor, nunca debe producir monstruos
eruditos y cultos, sicópatas y Eichmans educados.
Leer y escribir son importantes solamente si están al
servicio de hacer a nuestros jóvenes seres más humanos.

A. Novinsky - Uruguay



Por favor, que aprendamos de los errores del pasado y no volvamos a preocuparnos solamente de lo que saben nuestros estudiantes. Son seres humanos y nuestra escuela debe tratarlos como tales para que no se deshumanicen.

Acuérdate de esta carta cuando aquel estudiante sea expulsado de clase por tener sueño (a lo mejor la noche anterior no pudo dormir por la carrera de motos que había debajo de su casa y que a él le hubiera gustado ir) o esa alumna que salió sin permiso al baño (quizás fuera verdad después de todo que teníe ese día la regla). Acuérdate también de esa persona de la clase que siempre está feliz y riéndose, aúnque le queden todas pendientes. Acuérdate de todos ellos y veamos si no es posible, si no que aprendan más de lo que saben (o decimos que deben saber), que al menos sean mejores personas. Más humanas.

Pero no olvides tampoco a aquellos que desprecian al resto de sus compañeros. Aquella niña que, afortunadamente, no tuvo que atender a su hermano pequeño y por eso pudo traer los deberes bien hechos. La misma niña que oculta sus soluciones al resto de la clase. Recuerda a ese chaval que comentaba que él debía salir siempre a la pizarra para no perder más el tiempo ya que él lo tenía siempre bien hecho... y revisado por el profesor particular que sus padres le podían pagar. También a ellos hay que humanizarlos más.

Por favor hagamos una escuela que, al menos, sirva para criar a personas.

viernes, 3 de octubre de 2008

El poder de reír


El otro día, paseando por la tarde, observé a un grupo de chavales riéndose a mandíbula batiente... "¡qué alegría innata tienen!" Entonces recordé que esa misma mañana yo mismo me había reído bastante en clase junto a alumnos de la misma edad.



Tras entrar en clase y escribir la fecha en la pizarra, escuché a los alumnos decir: "Fijaos, el maestro no sabe ni cuándo vive". Aunque me volví rápido, no vi a nadie; y como dudaba de haber puesto la fecha correcta borré el día dos y puse un tres diciendo "Bueno si me he equivocado, se corrige y ya está". Acto seguido la carcajada de toda la clase fue descomunal. Incluso uno de ellos soltó "no le digáis nada" mientras el resto siguió riendo. "Bueno, contadme el chiste", respondí yo mirando la fecha y calculando mentalmente que había puesto la fecha bien la primera vez, por lo que volví a cambiarla. Sin enfadarme, noté que había escrito el año pasado así que, señalándolo me volví hacia la clase y... me reí con ellos, mientras comentaba, "la verdad es que acabará el año y seguiré equivocándome".

Fue después por la tarde, cuando vi a aquel grupo riéndose "sanamente" (como si reírse en sí no fuera bueno) cuando recordé que aquella clase -última hora del viernes con un curso de 2º de ESO donde todos habían repetido al menos una vez- salió bastante bien. De hecho aquel alumno que pidió que no me dijeran donde me había equivocado copió y hasta participó en clase haciendo preguntas. Todavía hoy me sorprendo del poder que tiene reír, y me preguntó ¿por qué los adultos reímos tan poco en comparación con los niños? ¿Acaso para nosotros, adultos, es menos saludable?

He conocido profesores que no he visto reírse en el instituto nunca, aún cuando fuera del mismo sí podía reírse. ¿Qué imagen pueden tener de él sus estudiantes? ¿Es positivo para la enseñanza que uno no se ría? Y me atrevo a pensar más, ¿es bueno para uno no reírse en su sitio de trabajo?

No sé bien responder a esas cuestiones pero sí sé que, a mí, me sirvió de mucho reírme con mi alumnado tranquilamente, y ellos estuvieron más dispuestos a copiar de la pizarra aquel viernes a última hora. Para mí el humor es una manera de mantener una buena relación con los demás, lograr un clima de confianza y una participación positiva de todos. Por eso recuerdo a veces citas relacionadas como la de Nicholas Chamfort, "El día peor empleado es aquél en que no se ha reído" o el viejo consejo chino que dice que para estar sano hay que reír treinta veces al día (¡menos mal que es barato!); hasta hay quien asegura que tres minutos de risa equivalen a diez minutos de ejercicio... Creo sinceramente que el sentido del humor es totalmente necesario en nuestro trabajo como educadores y desde hace muchos años procuro entrar siempre a trabajar alegre y dispuesto, además de a enseñar, y aprender, a reírme.