viernes, 30 de abril de 2010

La autoridad

El otro día en un curso acerca de la atención dentro del aula de alumnos con trastornos de conducta alguien preguntó: "Quiere usted decirnos que debemos mantener en clase a un alumno que desafía constantemente al profesor y llega hasta a insultarlo". Como el ambiente era distendido y quien hacía la pregunta era un docente realmente preocupado por la enseñanza de su alumnado le respondí de forma sincera: "Todos los alumnos deben reconocer el papel de la autoridad, y acatarla. El día de mañana cuando la Guardia Civil le pida la documentación deben saber que no pueden negarse; si creen que han actuado mal, después podrían poner una demanda por abuso de poder, pero no pueden negarse ante una orden de la Guardia Civil. Debemos enseñarle eso a nuestro alumnado porque así es como funciona nuestra sociedad; por eso deben acatar lo que diga el profesor en clase, deben reconocer la autoridad de éste, y luego mostrarles los mecanismos que tiene para quejarse."

La palabra autoridad significa varias cosas según el diccionario de la Real Academia de Lengua, por una parte podemos considerarla como persona que posee el poder para ejercer el mando, de hecho o de derecho; pero a mí particularmente me gusta más la acepción de prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su calidad y competencia en alguna materia. Como he comentado antes es necesario que nuestro alumnado aprenda a reconocer y acatar la autoridad; pero también creo muy importante que el profesorado sepa ganarse esa autoridad. Otros autores, como por ejemplo J.A. Marina distingue entre autoridad ganada y poder adquirido u otorgado por el cargo, indicando "es mejor mandar y obedecer por convicción (seducción) que por coacción (tiranía)" o que "el permisivismo y el autoritarismo son estilos educativos que dificultan el quehacer profesional del profesor" (pág. 160 )




Cuando me hablan de que la autoridad en los colegios se ha perdido me acuerdo de la siguiente frase:

"Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros."

Atribuida a Sócrates ya en el siglo V a.C. lo cual me lleva a pensar que es éste un problema de largo y profundo calado. Una cuestión que no parece que se resuelva de manera fácil ni siquiera creo que se resuelva alguna vez de manera definitiva. Un debate, como tantos otros, que quedará abierto en educación, afortunadamente, ya que tiendo a desconfiar de un conocimiento acabado y perfecto.

Por eso mismo, uno puede expresarse más libremente, sin miedos, respecto del tema de la autoridad y la disciplina en la escuela. De hecho pienso que todo profesor, no solo puede, sino que hasta debe tener algún planteamiento personal, incluso aunque solamente sea válido para él mismo. En mi caso coincido también con la idea de Bertrand Russell de desconfiar tanto de la disciplina rígida como de la libertad absoluta:

"La disciplina -nos dirá-, tal como existe en las escuelas, es en gran parte un mal. Hay un tipo de disciplina que es necesario para casi todas las realizaciones y que quizá, no está suficientemente valorado por los que rechazan la disciplina puramente externa de los métodos tradicionales. La clase de disciplina deseable es la que procede del interior [...]. Esta clase de disciplina es muy necesaria, pero sólo puede darse a partir de fuertes deseos encaminados a fines no asequibles inmediatamente, y sólo puede producirse por la educación, si esa educación alimenta esos deseos [...]. Esta disciplina emana de la propia voluntad de uno mismo, no de una autoridad exterior" Cita de la pág 110 en Principles of Social Reconstruction, extraída de la pág 210 de este enlace.

Por otro lado coincido plenamente con las palabras de David Sacristán cuando indica que la autoridad del profesor, aceptada por el alumno, se pone al servicio de éste con el objetivo de ayudarle a que él mismo logre finalmente ser el responsable de su propio desarrollo personal. O como indica Marina en su libro (pág. 98) "la autoridad del profesor hace posible la libertad del alumno"

Una libertad que nace de una construcción interna del propio alumnado sobre su moral. Esto es importante, no solamente para nuestro alumnado sino para la sociedad futura que queremos construir, una sociedad no solamente que reconozca el poder sino también que sepa quejarse de éste y hasta incumplirlo cuando sea necesario, como fue en los casos de personas que salvaron a judíos del holocausto nazi o aquellos que ayudaron a los negros a llegar a los estados federales en la guerra de secesión americana. El propio Russell lo expresa mucho mejor en Sociedad humana: ética y política, pág. 36:

"la ley consiste esencialmente en un conjunto de reglas que regulan el uso de la fuerza por el Estado, junto a una prohibición del uso de la fuerza por el individuo o por los grupos excepto en ciertas circunstancias concretas, como puede ser la defensa personal. (...) Por tanto, es racional tener un sentimiento de respeto hacia la ley"

y también en la pág 108-109 de Authority and the Individual:

" (...) el respeto por la ley es una condición indispensable para la existencia de cualquier orden social tolerable. Cuando un hombre considera injusta una ley determinada, tiene el derecho, y a veces el deber, de hacer lo posible por que se cambie, pero sólo en casos muy raros tendrá justificación para violarla. No niego que hay situaciones en que es un deber violar la ley; es un deber cuando un hombre esté profundamente convencido de que obedecer sería un pecado. En este caso se encuentran los que se niegan a ir a la guerra por razones de conciencia".

¿Cómo actuamos ante "ese alumno que desafía constantemente las normas y reglas de la clase, del aula,..."? ¿Tiene ese alumno el espíritu crítico suficiente como para analizar bien las reglas y normas? [En cierta ocasión una alumna me dijo: "Creo que no se puede comer chicle en clase porque al hablar en mi equipo no se me entendería bien"] ¿Se rebela de manera consciente y consecuente? [Otras veces he oído: "Tengo la garganta mala, me duele, y en vez de quedarme en casa vengo al instituto pero SÍ voy a tomar un caramelo que me alivie la garganta. Lo hacen los maestros, ¿por qué no puedo hacerlo yo?"] ¿Nuestra actitud sirve para hacer de éste una persona que entienda y comprenda el "espíritu de la ley"? ¿Estamos formando realmente a una persona capaz de luchar por cambiar las reglas y normas injustas que encontrará en su sociedad, como nuestra generación luchó en su momento? Responde sinceramente a estas preguntas y analicemos bien por qué ese alumno desafía las normas la próxima vez que suceda.



1 comentario:

Anónimo dijo...
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