viernes, 3 de octubre de 2008

El poder de reír


El otro día, paseando por la tarde, observé a un grupo de chavales riéndose a mandíbula batiente... "¡qué alegría innata tienen!" Entonces recordé que esa misma mañana yo mismo me había reído bastante en clase junto a alumnos de la misma edad.



Tras entrar en clase y escribir la fecha en la pizarra, escuché a los alumnos decir: "Fijaos, el maestro no sabe ni cuándo vive". Aunque me volví rápido, no vi a nadie; y como dudaba de haber puesto la fecha correcta borré el día dos y puse un tres diciendo "Bueno si me he equivocado, se corrige y ya está". Acto seguido la carcajada de toda la clase fue descomunal. Incluso uno de ellos soltó "no le digáis nada" mientras el resto siguió riendo. "Bueno, contadme el chiste", respondí yo mirando la fecha y calculando mentalmente que había puesto la fecha bien la primera vez, por lo que volví a cambiarla. Sin enfadarme, noté que había escrito el año pasado así que, señalándolo me volví hacia la clase y... me reí con ellos, mientras comentaba, "la verdad es que acabará el año y seguiré equivocándome".

Fue después por la tarde, cuando vi a aquel grupo riéndose "sanamente" (como si reírse en sí no fuera bueno) cuando recordé que aquella clase -última hora del viernes con un curso de 2º de ESO donde todos habían repetido al menos una vez- salió bastante bien. De hecho aquel alumno que pidió que no me dijeran donde me había equivocado copió y hasta participó en clase haciendo preguntas. Todavía hoy me sorprendo del poder que tiene reír, y me preguntó ¿por qué los adultos reímos tan poco en comparación con los niños? ¿Acaso para nosotros, adultos, es menos saludable?

He conocido profesores que no he visto reírse en el instituto nunca, aún cuando fuera del mismo sí podía reírse. ¿Qué imagen pueden tener de él sus estudiantes? ¿Es positivo para la enseñanza que uno no se ría? Y me atrevo a pensar más, ¿es bueno para uno no reírse en su sitio de trabajo?

No sé bien responder a esas cuestiones pero sí sé que, a mí, me sirvió de mucho reírme con mi alumnado tranquilamente, y ellos estuvieron más dispuestos a copiar de la pizarra aquel viernes a última hora. Para mí el humor es una manera de mantener una buena relación con los demás, lograr un clima de confianza y una participación positiva de todos. Por eso recuerdo a veces citas relacionadas como la de Nicholas Chamfort, "El día peor empleado es aquél en que no se ha reído" o el viejo consejo chino que dice que para estar sano hay que reír treinta veces al día (¡menos mal que es barato!); hasta hay quien asegura que tres minutos de risa equivalen a diez minutos de ejercicio... Creo sinceramente que el sentido del humor es totalmente necesario en nuestro trabajo como educadores y desde hace muchos años procuro entrar siempre a trabajar alegre y dispuesto, además de a enseñar, y aprender, a reírme.

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